El Nacional de Morón, otra vez...



Otra vista. Se ve un poco màs la calle nueva que nombraba recién. Y, claro, los cables inundándolo todo una vez más.

Siguiendo en la misma dirección que nos lleva la vista y justo pegado a las vías del Ferrocarril Sarmiento, está el Museo de Morón... allí donde nos reuníamos la mayoría de los alumnos del colegio antes de entrar. Muchas veces también, a la salida. Aunque generalmente solíamos ir a La Jirafa Roja o a Circuito Uno, dos bares cercanos...


Avenida Rivadavia y Casullo, la esquina del Colegio Nacional


Finalmente, el Colegio Nacional de Morón (Hoy, Manuel Dorrego).
Antes la Av. Rivadavia se cortaba aquí y continuaba unas cuadras más adelante. Hoy, se abrió una calle que rodea al colegio y sale por la lateral... y sobre Casullo (la calle del colegio que corta Rivadavia) se construyó un túnel que pasa por debajo de las vías del Sarmiento, donde antes había un paso a nivel. En esa esquina, aunque algo oculto por la obra del túnel, está el museo de Morón. Un edificio muy viejo. Calculo que al menos debe tener unos 200 años.
Volviendo al edificio del colegio, en la planta alta estaban las aulas habilitadas en los años en que yo estuve. Se inauguró la planta alta primero y dos o tres años màs tarde, el resto del edificio.
En el ventanal de atrás, que aparece más en sombras, estaba mi aula de 4º año. Como ya dije en alguna oportunidad, detrás del colegio está el gimnasio y lindante, el Club Deportivo Morón.

El Banco Provincia y una esquina con recuerdos


Esquina de Av. Rivadavia y 9 de Julio. A una cuadra de la estación Morón del Ferrocarril Sarmiento. El edificio pertenece al Banco de la Provincia de Buenos Aires.
Por esta esquina supe pasar miles de veces, en especial durante la etapa del colegio secundario.
A propósito, el Nacional de Morón (hoy, Manuel Dorrego) está sólo a unas 4 o 5 cuadras de esta esquina, por Rivadavia.
Solíamos venir para éste lado en grupos a la salida del colegio y nos juntábamos en Oriente, una pizzería que estaba justo en la esquina que no se alcanza a ver en la foto, a la derecha. A las 5 de la tarde el local estaba literalmente copado por estudiantes que hablábamos mucho y fuerte.
A eso de las 6 de la tarde, los mozos respiraban más tranquilo porque de a poco empezábamos a irnos después de uno o dos cafés.
También me pasaron muchas otras cosas por aquí, que ya iré contando cuando vuelva a los relatos más puntuales.

El cielo (?) de Morón


Y bué... acá se puede ver lo que comentaba antes acerca de los carteles invadiendo la zona de la calzada.
Un asco urbanístico...!!!

Por supuesto que no es patrimonio exclusivo de Morón. Parece como algo ya incorporado a nuestra cultura. Nadie se sorprende, a nadie parece llamarle la atención.
¿Será que nunca conocimos otra cosa?
Sin embargo, si bien antes eran los cables de teléfono, éste fenómeno invasor y altamente antiestético y contaminante se incrementó hasta la exasperación durante los años negros del neoliberalismo del menemismo... Pero pareciera que llegó para quedarse...

Telarañas en la Av. Rivadavia (y en todas partes, para ser sincero)








Y bueno, tampoco se ve demasiado en esta foto. Sí se puede ver otra de las cosas que detesto: los miles de cables que cruzan por todas partes.

Siempre me acuerdo de la época nefasta del menemismo, cuando se vendió la compañía de teléfonos Entel a Telefónica y Telecom. Una de las pocas cosas buenas que empezaron a hacer fue pasar todos los cables bajo tierra. Lo tragicómico fue que, también por esa época, empezó copar el mercado la televisión por cable. Surgieron varias empresas casi al mismo tiempo y todas pugnaban por cubrir con sus redes la mayor cantidad de superficie posible. Era algo de locos. En cada cuadra se podía ver algún grupo de operarios instalando cables, pero aéreos. Cada compañía de cable no sólo colocaba sus cables, sino que cada cual plantaba un poste en cada esquina. Se podían ver racimos de 4 o 5 postes por esquina, de los que salían los cables para las casas.

Es decir, mientras los cables de teléfono al fin eran colocados bajo tierra, el problema se multiplicaba por 10 gracias a los señores de la televisión por cable (ya lo podrán apreciar en esta foto)

En lugar de negociar con las telefónicas para hacer todo conjuntamente, no... que se jodan los peatones y los vecinos de esos barrios.

En fin, cosas de mi país...

El centro de Morón. La locura en colectivo... y en auto... y a pie. Bah... la locura a secas.



En esta última visita al barrio de hace algunos días lo hice junto a mi amiga Mónica. Ella tomó estas fotos de la Av. Rivadavia a la altura del centro de Morón. Para quienes no conocen, llegando desde Buenos Aires se debe pasar por ésta zona para ir hacia Castelar.

El tránsito de vehículos y personas es de locos por momentos. Siempre lo fue, pero esta vez ví mucha mayor actividad.

Era imposible poder estacionar para tomar una foto mejor, así que Mónica intentó sacar algunas fotos desde el auto en movimiento. El ángulo nunca puede ser el mejor en esa posición, además de que permanentemente había algún auto o colectivo que impedía una buena visual.

Como sea, algo se puede entrever en éstas fotos. Como, por ejemplo, algo que me molesta de los últimos tiempos en la zona de Capital y Gran Buenos Aires: la polución visual, producida por cientos de carteles de todas formas y colores que los negocios instalan en los frentes de los locales y que, por lo general, asoman demasiado llegando muchas veces a quedar a la altura del primer carril de la calzada.

Curiosidad curiosa...

Esta vez no uso este apartado de "al márgen" para protestar por algo que no me gusta o que me molesta... o lo que fuere. Simplemente para comentar algo curioso...


Hay 3 españoles que son muy queridos (los españoles más queridos, diría) en Argentina desde hace ya unos cuantos años: Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina y José Sacristán.



La curiosidad es que recién ahora caigo en la cuenta de que los tres tienen las misma iniciales: J.S.
Hay un cuarto español que también se lo quiere mucho, aunque se podría decir que un escaloncito más abajo... y es Ismael Serrano. Tal vez porque en lugar de la J tiene como primera inicial una I, no está en el podio de los otros tres... ja

En fin... una tontería, sí. Pero tontería curiosa...

El edificio de los Fasio... algo así como "la plaza del pueblo"



Ahora el edificio de los Fasio queda algo fuera de lugar en el barrio (al menos, el que era de los Fasio... quién sabe quienes serán los dueños actualmente). Ahora son todas casas tipo chalet en su gran mayoría y éste edificio no se condice demasiado con ese estilo. Es, tal vez, el único que sobrevive intacto al tiempo.
Hasta no hace mucho, el local donde ahora aparece el cartel de una inmobiliaria (Zumbo... que nunca oí nombrar antes) estaba ocupado por el almacén de Fasio, justamente. Evidentemente se vendió (y es probable que junto a lo que le quedaría de propiedad del edificio a la familia Fasio).
El quiosco de diarios que se ve cerrado, pareciera (por su estado) que es el mismo que estuvo ahí. Lo que falta, junto al quiosco, es el techito de la parada del colectivo 269. El mismo techito del que me colgara de sus travesaños de hierro cuando estaba recién colocado para intentar hacer o parecer un artista de circo... o una especie de Tarzán en una selva algo excéntrica...
Las dos ventanas del primer piso pertenecían al departamento que ocupaba la familia Fasio (los padres, que no recuerdo sus nombres, Aníbal "el negro" y sus hermanas: Rosa, la menor... y la mayor, que tampoco recuerdo cómo se llamaba).
En el departamento de arriba, que en la foto está con las dos persianas bajas, vivía mi amigo Julio Fuentes con su familia. Dora, su hermana mayor... y, por supuesto, sus padres.

Apenas si se distingue en ésta foto que el edificio es el último de la cuadra (o el primero, según se lo mire). Apenas se ve una fracción del tejado de la casa de los Milano, el rematador que se encargó de la venta de nuestra casa en el año 1975. Al lado de lo de los Milano vivía la profesora que me preparó para el exámen de ingreso al colegio secundario. En esos momentos, ella y el marido eran los propietarios de un instituto de enseñanza privado (creo que se llamaba Patricios o Granaderos... o algo así. Algún nombre que recordaba a aquellos tiempos de la independencia... creo que Patricios.)

En fin, si bien no es muy lindo el edificio, fue también un lugar muy importante en nuestra infancia. Ahí vivían dos de nuestros mejores amigos (mío y de Héctor) y el lugar donde diariamente hacía sus compras la familia. En los pasillos de ese edificio supe pasar muchas horas jugando o conversando con Julio, compartiendo hasta partidos de fútbol por la radio (él de River y yo de Boca... ja) También la terraza era un lugar clave. Con el tipo de construcción de la zona, la terraza era un mirador privilegiado desde el que se podía tener un buen panorama de todo el barrio. Se puede decir que era, también, un punto de referencia. Algo así como "la plaza del pueblo", pero de dos pisos y terraza...

En fin, no es una belleza... pero fue muy importante, incluso desde antes de terminar de construirse. Es que en ese edificio hay, también, unos cuantos materiales que originalmente habían comprado mis viejos para la construcción de la casa y que, por obra y gracia del constructor, fueron a parar por unos pocos pesos a la vereda de enfrente... al menos, hasta que los viejos se "avivaron" y se cortó el negocio para el constructor y para Fasio... A pesar de todo, nunca supe de alguna discusión con Fasio (tal vez la hubo, pero a mis 4 o 5 años de edad, seguramente no me di cuenta de ello... es más, me enteré del asunto del "traspaso de bienes" cuando yo ya tenía al menos 17 o 18 años).
Hoy es una simple anécdota... un dato más que resalta el gran esfuerzo que tuvieron que hacer los viejos para poder terminar de construír la casa, que gracias a la venta de tanto material a un tercero, tuvieron que pagar dos veces gran parte de ella...

El peluquero (mi personaje más detestado)





A unas 4 o 5 cuadras de la casa estaba la peluquería. Para nosotros era como una especie de sala de torturas.


El peluquero, un hombre que al menos a mi me parecía viejo, no era muy sutil en el manejo de los instrumentos "peluqueriles". En especial una maquinita que se accionaba como si fuera una tijera, pero que en la parte de corte tenía la forma de un peine metálico. Se graduaba según el largo que se deseaba el cabello. Supongo que a nosotros nos cortaría con la gradación 1 a los costados, porque nos lo dejaba bastante corto.


El problema con éste peluquero era que, al cerrar la máquina (repito, como se hace con las tijeras) para cortar, y al moverla luego para cortar en la zona inmediata, no abría... o demoraba un segundo más de lo debido para abrirla y entonces nos provocaba insistentes tirones de pelo que hacían que lo odiara y le temiera profundamente...


En la foto se ve lo que fuera la peluquería. Hoy el local está ocupado por un quiosco.


Está sobre la Av. Sarmiento a menos de una cuadra de Mercedes.


Aquí estoy yo después de pasar por el suplicio del peluquero. Tal vez haya sido en repudio a éste señor que durante mi adolescencia (y aún hoy, aunque ya en menor medida, claro...) siento una fuerte aprehensión hacia los peluqueros y las peluquerías... jaja

El chalet Pisano...


Este es el gran chalet de la familia Pisano. Sigue exactamente igual a cuando vivíamos allí. Sigue sin ningún tipo de rejas, aunque seguramente tendrá algún sistema de alarmas.
A la derecha de la foto hay una garita de algún vigilador (no aparece en la foto) justo en el límite entre el chalet y la casa de los Elman. Donde sí hay una reja que no existía siquiera la última vez que había andado por el barrio es en el lado derecho de la foto, hacia el fondo, cerrando el paso hacia el terreno. En la foto no se alcanza a ver.
Ahora hay algún árbol más en el césped que llega hasta la calle. Es donde solíamos jugar a la pelota.
Lo que creo que es diferente es el color de la casa. No sé si por aquellos tiempos los ladrillos a la vista estaban pintados de blanco como ahora.

Vista actual de la Av. Sarmiento al 1700


Una vista de la Av. Sarmiento desde la altura de la casa (al 1.700). Con la arboleda es algo difícil poder reconocer algunas de las casas de nuestros ex vecinos. Por supuesto, no sé si aún seguirá viviendo alguno de ellos, pero bueno... es mi forma de graficar las ideas.
Al fondo se ve que se acerca un colectivo desde el lado de Castelar. Es el 269, el único que siempre pasó por allí y que comunica, entre otros lugares, las estaciones de Castelar y Morón. En un comienzo tenía el número 69, pero cuando compró la línea la "216", pasó a ser el 269. Por supuesto, en el barrio se lo siguió llamando "el 69".

La casa, hoy (2)


Otra vez la casa tal como se la ve hoy. Pero un poco más de cerca.
Ahora está esa vereda más ancha para la subida de la 4 x 4 que se ve estacionada. Antes eran dos hileras de baldosas que llevaban hasta el garage que ya, por supuesto, no existen.
El césped, eso sí, está bastante descuidado y el árbol que está allí no existía. Había otro más cercano al cordón de la avenida.

La casa que medio se adivina a la izquierda es la de los Elman... y más allá, donde aparece un espacio verde libre donde podría existir otra construcción, es el espacioso jardín del frente del chalet de los Pisano.

Sé que ya lo dije en algún momento, pero es verdaderamente notorio cómo la mente distorsiona las cosas... o cómo las percibe según el momento, la edad y las circunstancias. La zona de césped entre la línea de construcción y la calle se me hace ahora muy pequeñas comparadas con la imágen que yo me había grabado en mi mente de cuando jugábamos horas enteras a la pelota... Tal vez desde la foto no parezca tan así porque sólo aparece la parte del césped... pero yo tomé la foto desde la calle. Calculo que la distancia entre la casa y el cordón debe ser de unos 6 ó 7 metros, no más...

La casa, hoy... (1)


Hoy me fui a dar otra vuelta por Castelar.
El ir poniendo las fotos que había tomado hace un tiempo atrás me hicieron dar ganas de ir de nuevo y tomar algunas otras fotos que no había tomado antes... como la de la casa nueva que está literalmente sobre la que era la nuestra.
Sí, éste chalet que se ve ahora no se parece en nada a nuestra casa. No es que no me guste, pero prefería la nuestra. Por supuesto, es más que nada la carga de recuerdos, vivencias y la importancia familiar de aquella casa.
Este chalet fue construído sobre la estructura de nuestra antigua casa. Se usó la losa y las columnas para montarlo encima. Es como si le hubieran cambiado de traje, en cierta forma. Nuestra casa subyace debajo de esta nueva fachada.
La parte de la planta baja que sobresale en la foto, corresponde a lo que era el garage... y el balcón y la habitación que están sobre esa parte, no existían. El techo del garage estaba libre.
Tampoco nuestra casa era del tipo chalet, sino de las que se llaman de estilo americano.
Lo único que sobrevivió a la pequeña parecita que separaba el jardín de adelante de la vereda, es el gabinete donde está el medidor de gas. Se lo puede ver en la foto a la izquierda de vehículo.
Este chalet ocupa todo el ancho del terreno, mientras que nuestra casa dejaba un espacio verde al costado, con una vereda bordeando la pared externa del comedor. Este paso llevaba directamente al fondo del terreno.
Tampoco la vereda es del mismo tipo de baldosas de las originales.
Es un poco triste no ver sino ínfimos detalles de lo que fue... pero, en fin. Así son las cosas, no?

Los amigos...

¿Qué será de mis antiguos amigos de Castelar?

Es increíble la memoria. En mi caso, la desmemoria.
No hay caso de poder recordar a todos mis amigos, y de los que sí tengo memoria, en varios casos no me acuerdo de sus nombres de pila.
Estaba Julio Fuentes, que ya nombré antes. Era mi mejor amigo y vivía en el edificio de enfrente de casa... el de los Fasio. Alquilaban un departamento en el primer piso. Bastante amplio, sobre los negocios de la planta baja y al lado del que ocupaban los propios Fasio. Tenía una hermana mayor (Dora) que tenía un problema con sus piernas: eran tipo "macetas". Un verano se fue toda la familia Fuentes a visitar a sus otros familiares a la provincia de Salta. Estuvieron un mes o más. A la vuelta, Dora era otra persona. Había adelgazado bastante y sus piernas eran ya prácticamente normales. Nunca supe a ciencia cierta qué es lo que había hecho para conseguir ese cambio. No creo que haya sido sólo dieta y las cirugías plásticas por esos años eran una utopía.
Justo frente a casa vivían los Servini. Héctor era mi amigo, aunque de vez en cuando teníamos alguna discusión o enojo pasajero. Tenía también una hermana, pero no recuerdo su nombre.
El padre era italiano y había estado en la Segunda Guerra Mundial en el frente de Africa. Nos contó que estando allí, un buen día les llega la orden de trasladarse al frente ruso. Los levantaron así como estaban y se los llevaron. Con la misma ropa que usaban para el calor africano fueron transportados frío de la Unión Soviética. Demás está decir que muchísimos murieron por esa razón, además de otras cosas espantosas que nos dijo que hizo la bajísima temperatura con muchos de sus compañeros. Por ejemplo, que a muchos se les quedaban pegadas las manos al metal de los cañones (prueben de poner un dedo en las paredes de un freezer y verán como se les adhiere un poco... imaginen temperaturas de 10 o 20 grados bajo cero y comprenderán que para poder despegarles las manos forzozamente se les arrancaba la piel, al menos). Otros muchos morían en plena marcha. Quedaban como estatuas. Hasta contó que muchos perdieron sus narices u orejas, que al tocarlas se les quebraban a causa del frío tan intenso. En fin, horrible.

Al lado de la casa de los Servini vivía una señora Blanca y lindante con la casa de ella, estaba Armandito. Un chico más o menos de nuestra edad, pero con un problema de retraso mental, creo que a causa de la poliomielitis. A él lo ví en mi última visita al barrio. Por supuesto no me reconoció, pero yo a é sí. Estaba igual de flaco que siempre, pero lleno de canas. Creo que eso es lo que me causó más impresión.

Al lado de la casa de Armandito, los Ripetta (Pipetta, según la abuelita María). No me acuerdo de los nombres de los hermanos (un varón y una chica). No éramos pocos los que estábamos detrás de ella, que era uno o dos años mayor que nosotros. De todas formas, de vez en cuando compartíamos un rato de la tarde con ella jugando a cualquier cosa, con tal de tenerla cerca.
Su padre era médico y, si no me equivoco, ella y su hermano también estudiaron medicina.

Creo que inmediatamente después (o a dos casas, a lo sumo) vivía Jorge Rendo. No supe más de él hasta que escuché su nombre por radio durante un reportaje telefónico hace como 10 años. Estaba como gerente de no sé qué área de una automotriz (podría ser la Fiat).

Al lado de mi casa vivían los Elman, pero eran mayores que yo... así que la relación era sólo de vecinos. En realidad, de nuestro lado de la avenida no había ningún chico de mi edad. Todos mis amigos eran de la vereda de enfrente.
Al lado de los Elman, un enorme chalet que ocupaba más de media manzana y el terreno llegaba hasta la calle Rauch, la de atrás de casa. Era de los Pisano (creo que aún viven allí) Hoy son dueños de una cadena de grandes pinturerías de la zona oeste del Gran Buenos Aires.

Había más chicos con los que solíamos jugar, pero no eran de nuestra cuadra y no los recuerdo.
Se formaba una buena banda de pibes que, por lo general, nos quedábamos jugando a la pelota en el amplio espacio de pasto que iba desde las casas hasta el cordón de la avenida. Lo más común era que jugáramos frente al chalet de los Pisano, que era el que tenía la superficie más larga (eran como 3 o cuatro lotes juntos) y era ideal para usarlo como cancha. Por supuesto, poníamos alguna ropa o lo que hubiera a mano, haciendo de postes de los arcos y ahí nos pasábamos al menos 3 horas seguidas peloteando. Cuando venían mis compañeros de la escuela, solíamos ir hasta el estacionamiento del club Los Matreros, que ya conté antes.

En primavera o verano salíamos a caminar por todo el barrio y juntábamos frutas dentro de nuestras remeras, que poníamos adentro del pantalón para que nos sirvieran como una bolsa. Toda árbol frutal que asomara alguna rama hacia el lado de la vereda era minuciosamente saqueado por la horda de pibes que formábamos... Nos dábamos grandes panzadas cada tanto.

Otro vecino, que también era compañero de grado en la escuela, era Jorge Campos. Vivía sobre la calle Rauch, casi esquina Monte. Es decir, a poquito más de una cuadra de casa.

En fin, espero que todos estén bien hoy.
Ya no creo que los vuelva a ver alguna vez. No los podría reconocer...